Pensativa y triste se pasea mientras busca algo que llevarse al buche
Lola y Chico nuestros fieles acompañantes en los paseos diarios a Sotogrande
Esta hace cabriolas en la silla porque es... una .."gañote pelao"
Son felices mientras se les deja tranquilos comiendo y bebiendo en el corral
La "gañote pelá" está en todas partes pero siempre cerca del gallo que la cubre
Feliz canta despues de haber echado su " casquete" mañanero
Este intenta hacerse con parte del haren de gallinas del corral.
En mi pasear diario hasta el Puerto de Sotogrande he conseguido tener muchos amigos como Pepe, Juan, Antonio Cuevas y bastantes más, aparte de Rafael que con Lola y Chico son los asíduos de mañanas y tardes.
En este caminar se suscitan y salen a la palestra conversaciones de lo más "variopintas" y es que la vida es así porque el intercambiar conocimientos y saberes nos hacen mas conocedores de los sentimientos y maneras de vivir de los demás, que en definitiva es muy enriquecedor para sentirnos mejores con nosotros mismos.
Sin saber como salió la conversación de las gallinas y su crianza me puse a hablar, hablar y hablar.......
Yo nací, me crié y viví en Jimena de la Frontera hasta los 24 años de edad..., como sabeis las imágenes y la vida de mi pueblo en aquellas fechas de mi vivir merecen que hubiesen estado enmarcadas en un cuadro de Goya, Murillo ó Julio Romero de Torres, donde hay cabida para paisaje rural, alegría, tristezas y semblanzas de la época.
Insulsa puede resultar la conversación sobre las gallinas..... pero algunos entenderán mi mensaje .....
Nací a los ojos de la vida correteando por calles, "barrancos" y "canchos" y en ese correr siempre salían medio voleteando con arrastre de patas delante de mi, entre mis piernas, las gallinas, los pollitos, los gallos y los pavos que picoteaban los desperdicios e insectos que había por las calles y en realidad por todas partes, lo que nos hizo en la inconsciencia saber mucho de esos seres que son las gallinas, sus hijos y los congéneres. Entendíamos de gallinas "norigadas", "papujadas", "piripas", "de Guinea" "con botinas" "moñudas", "pescuezo pelao", "enanas", paticortas", "rubiascas", negras, blancas etc, etc, etc.
Dormíamos en una cama y cerrábamos los ojos muchas noches viendo aquella gallina enfrente nuestra echada sobre sus huevos en una espuerta con paja y contemplando como nuestras madres a primera hora le ponía "afrecho caliente" y un cacharro con agua para que comiese,bebiera y soltase aquella "privada enorme olorosa y caliente" sobre los ladrillos colorados del suelo que, paciente nuestra progenitora limpiaba sin rechistar todos los días. Cuando entrábamos en la habitación la gallina nos miraba fija como si nos conociese de toda la vida y no se movía porque sabia que tenia que sacar pronto a sus polluellos de aquellos huevos bajo su pecho y alas que no se podian enfriar.
Cuando salian los pollitos mi madre se llenaba el bolsillo del delantal de granos de pimienta negra para cogerlos uno a uno e introducirles un grano de esa pimienta en su pico, para despues con un buche de agua introducia sus picos en la boca y les daba de beber. Los pollitos salian corriendo llenos de felicidad y calor en sus adentros para picotear junto a su madre ya en el patio donde habia que tener mucho cuidado porque los gatos de entonces se comían cuantos podían y era "Pa Jiménez" ( Jiménez el tuerto) al que siempre le tocaba de coger la escopeta de mi padre y matarlos en los tejados de nuestra cuadra y su patio que eran medianeros ( era cusioso que siendo yo un niño me fijaba en que para tirar con la escopeta no precisaba de cerrar un ojo para apuntar).
Las gallinas y los pollos crecían en nuestro segundo patio cuya puerta falsa daba al "Barranco Melgar" y se alimentaban de los desperdicios ( restos de comidas, cáscaras de frutas, patatas etc) y con el trigo que traían los agricultores para saldar las deudas anuales por las compras de zapatos y reparaciones, además del afrecho que comprábamos en casa de nuestra vecina Jacinta Boza. Aquellas gallinas crecían lustrosas y nos daban con gratitud el fruto de sus huevos que me encantaba ver en lo ponederos con pasto que tenian preparados en unos boquetes hechos por los albañiles de donde los cogíamos con la ilusión de niños y hasta gritábamos cuando aparecía alguno enorme de "dos yemas" pero que mi madre y mis hermanas iban guardando en una gran fuente de cerámica y cuando se reunian unas cuantas de docenas se llevaban a la tienda de Jacinta para intercambiarlos por café, azucar, aceite y otros productos imprescindibles para comer.
Parecerá extraño, pero en casa era el cabeza de familia ( mi padre) el único que se podía comer un huevo pasado por agua todas las noches( lo compartía siempre con nosotros y el pobre apenas lo probaba). Se decía que era el que necesitaba más alimento por su trabajo y lo comprendiamos porque todo era fruto de nuestra crianza de aquellos tiempos. Lo mismo sucedía que otra forma de podernos comer algunos huevos era cuando estábamos enfermos ya que los médicos ( Don José Montero, Don Juan Marina ó Don Juan Trillo) los recetaban como alimentos para superar aquellos catarros, sarnazo, paperas, escarlatinas, sarampiones y diarrezas eternas( cagaleras se decia) y nosotros contentísimos de estar malos para poder disfrutar de mojar sopas en los cascarones de los huevos asignados bajo las miradas tristes de los demás hermanos que habían de esperar su turno de que se les pegaran las paperas o las anginas fuertes.
En nuestro caminar de regreso de Sontogrande con los dos perrillos tras nosotros, yo seguía metido en mis recuerdos de las gallinas, sus productos y la huella que en nuestro comportamiento habia dejado toda aquella forma de vida rodeada de estos animales .
Seguí explicando que como nosotros hemos mejorado en nuestro vivir con muchas comodidades ( agua corriente, cuartos de baño, tele, ordenadores etc etec) tambien la forma de vida de esas gallinas ha cambiado aunque no sé si para mejor o para peor ya que cada vez quedan menos libres en los patios o los campos picoteando donde quieren y retozando entre los humanos dándoles abundantemente sus huevos y su carne.
Estas experiencias del vivir entre gallinas libres, cabió bastante cuando fuí algo mayor ( 14 ó 15 años) y es que mi padre se vió obligado a cerrar la fábrica de curtidos ( tenería) que teniamos en la calle Quirós por la fuerte crisis que nos invadió a todo el pueblo y nos vimos arrastrados a la moda de instalar granjas de gallinas y pollos de engorde en nuestros "soberaos".
Al olor tradicional del pueblo a pan caliente,puchero, potajes de habichuelas, frutas frescas, cagajones de burros y demás..., se sumó el pestazo a mierda de gallinas que salia por las ventanas de las partes altas de nuestras casas.
Cientos y cientos de pollitas crecían en nuestros soberaos para después pasarlas a otros corrales con ponederos y dejaron comer desde su mas tierna infancia aquellos desperdicios, el afrecho caliente, el granillo o el trigo para alimentarse con esos sacos de pienso que vendian Los Castillas y que los hicieron mucho más ricos de lo que ya estaban. Los piensos estaban elaborados con harinas de pescado y los huevos dejaron de tener su color habitual amarillo fuerte y hasta el sabor era distinto al traidicional, pero el pueblo ante aquella crisis vió un respiro y todos llenábamos los motocarros que a diario venian de Algeciras y la Linea para llevarse la producción de huevos y las gallinas para carne cuando quedaban extenuadas de poner.
Nuestro veterinario era Don José Castilla que además vendía los productos y vacunas necesarias para que todo no se fuese al traste. En realidad con los libros e instrucciones de los piensos y los medicamentos nos hicimos casi todos en el pueblo unos verdaderos veterinarios en prácticas y aprendimos a poner vacunas en las telas de las alas, a cortar y quemar picos asi como a poner inyecciones a estos animalitos enjaulados. Habia que mantenerles de noche las luces encendidas para que siguiesen poniendo y controlar que la producción no bajase ya que habian de poner dos huevos diarios cada gallina durante tres meses seguidos pues de lo contrario dejaban de ser rentables.
Fueron desapareciendo nuestras gallinas norigadas, las enanas, las negras, las rubiascas, las moñudas y las papujadas, dejaron su vida normal y tradicional de siempre para convertirse en máquinas de poner huevos para lo que sacrificaron su sueño y sus descansos... en definitiva su vida natural que el Creador les habia asignado como gallinas.
Detrás de la prosperidad en el pueblo, como siempre llegó la crisis y comezó una epidemia de enfermedad que las hacía morir a cientos y cientos todas flaquitas y tristes por lo que mi sensibilidad de joven me hacia sentirme culpable de tener que tirarlas o malvenderlas muertas para que se las comiesen en Algecira donde no sabian de la monstruosidad que se estaba cometiendo en todo el Campo de Gibraltar.
Cuanto aprendimos los de mi generación en el pueblo sobre las gallinas, sus costumbres, su forma de vivir natural y la desgracia en que cayeron por nuestra causa para que todos pudiesemos comer huevos a todas horas y envenenar nuestra sangre con el colesterol que apareció al cabo de los años como uno de los castigos por nuestro mal comportamiento gallináceo. Hemos regresado del paseo y los que me han acompañado, que son amantes de los animales, han comprendido la historia de estos animalitos llamados gallinas y que jamás volverán a probar el "afrecho calentito" servido en un "cucharro" de corcho ó madera junto a la choza o al cortijo andaluz ni tampoco volverán a nacer esos pollitos con el calor de sus pacientes madres y la ayuda de las nuestras para que saliesen adelante como fuese.
Dedicado a todos mis amigos de JIMENA y muy particularmente a Isidoro Herrera, Juan Parra, Antonio Jimenez Plata, Paco Conde, Raul Cárdenas, Aurelio Collado,Juan M. Contreras, Paco Vera,Juan Mª Moreno vega,Paco Gutiérrez, Victoria, Pepe y La Escritora 10, porque sus sensibilidades les harán comprender que la vida sigue..... pero no igual que cuando jugábamos a aquellos juegos de nuestra infancia y que a pesar de todo entendíamos y percibíamos lo que era la vida a nuestro alrededor.
Un abrazo
Currini
En mi pasear diario hasta el Puerto de Sotogrande he conseguido tener muchos amigos como Pepe, Juan, Antonio Cuevas y bastantes más, aparte de Rafael que con Lola y Chico son los asíduos de mañanas y tardes.
En este caminar se suscitan y salen a la palestra conversaciones de lo más "variopintas" y es que la vida es así porque el intercambiar conocimientos y saberes nos hacen mas conocedores de los sentimientos y maneras de vivir de los demás, que en definitiva es muy enriquecedor para sentirnos mejores con nosotros mismos.
Sin saber como salió la conversación de las gallinas y su crianza me puse a hablar, hablar y hablar.......
Yo nací, me crié y viví en Jimena de la Frontera hasta los 24 años de edad..., como sabeis las imágenes y la vida de mi pueblo en aquellas fechas de mi vivir merecen que hubiesen estado enmarcadas en un cuadro de Goya, Murillo ó Julio Romero de Torres, donde hay cabida para paisaje rural, alegría, tristezas y semblanzas de la época.
Insulsa puede resultar la conversación sobre las gallinas..... pero algunos entenderán mi mensaje .....
Nací a los ojos de la vida correteando por calles, "barrancos" y "canchos" y en ese correr siempre salían medio voleteando con arrastre de patas delante de mi, entre mis piernas, las gallinas, los pollitos, los gallos y los pavos que picoteaban los desperdicios e insectos que había por las calles y en realidad por todas partes, lo que nos hizo en la inconsciencia saber mucho de esos seres que son las gallinas, sus hijos y los congéneres. Entendíamos de gallinas "norigadas", "papujadas", "piripas", "de Guinea" "con botinas" "moñudas", "pescuezo pelao", "enanas", paticortas", "rubiascas", negras, blancas etc, etc, etc.
Dormíamos en una cama y cerrábamos los ojos muchas noches viendo aquella gallina enfrente nuestra echada sobre sus huevos en una espuerta con paja y contemplando como nuestras madres a primera hora le ponía "afrecho caliente" y un cacharro con agua para que comiese,bebiera y soltase aquella "privada enorme olorosa y caliente" sobre los ladrillos colorados del suelo que, paciente nuestra progenitora limpiaba sin rechistar todos los días. Cuando entrábamos en la habitación la gallina nos miraba fija como si nos conociese de toda la vida y no se movía porque sabia que tenia que sacar pronto a sus polluellos de aquellos huevos bajo su pecho y alas que no se podian enfriar.
Cuando salian los pollitos mi madre se llenaba el bolsillo del delantal de granos de pimienta negra para cogerlos uno a uno e introducirles un grano de esa pimienta en su pico, para despues con un buche de agua introducia sus picos en la boca y les daba de beber. Los pollitos salian corriendo llenos de felicidad y calor en sus adentros para picotear junto a su madre ya en el patio donde habia que tener mucho cuidado porque los gatos de entonces se comían cuantos podían y era "Pa Jiménez" ( Jiménez el tuerto) al que siempre le tocaba de coger la escopeta de mi padre y matarlos en los tejados de nuestra cuadra y su patio que eran medianeros ( era cusioso que siendo yo un niño me fijaba en que para tirar con la escopeta no precisaba de cerrar un ojo para apuntar).
Las gallinas y los pollos crecían en nuestro segundo patio cuya puerta falsa daba al "Barranco Melgar" y se alimentaban de los desperdicios ( restos de comidas, cáscaras de frutas, patatas etc) y con el trigo que traían los agricultores para saldar las deudas anuales por las compras de zapatos y reparaciones, además del afrecho que comprábamos en casa de nuestra vecina Jacinta Boza. Aquellas gallinas crecían lustrosas y nos daban con gratitud el fruto de sus huevos que me encantaba ver en lo ponederos con pasto que tenian preparados en unos boquetes hechos por los albañiles de donde los cogíamos con la ilusión de niños y hasta gritábamos cuando aparecía alguno enorme de "dos yemas" pero que mi madre y mis hermanas iban guardando en una gran fuente de cerámica y cuando se reunian unas cuantas de docenas se llevaban a la tienda de Jacinta para intercambiarlos por café, azucar, aceite y otros productos imprescindibles para comer.
Parecerá extraño, pero en casa era el cabeza de familia ( mi padre) el único que se podía comer un huevo pasado por agua todas las noches( lo compartía siempre con nosotros y el pobre apenas lo probaba). Se decía que era el que necesitaba más alimento por su trabajo y lo comprendiamos porque todo era fruto de nuestra crianza de aquellos tiempos. Lo mismo sucedía que otra forma de podernos comer algunos huevos era cuando estábamos enfermos ya que los médicos ( Don José Montero, Don Juan Marina ó Don Juan Trillo) los recetaban como alimentos para superar aquellos catarros, sarnazo, paperas, escarlatinas, sarampiones y diarrezas eternas( cagaleras se decia) y nosotros contentísimos de estar malos para poder disfrutar de mojar sopas en los cascarones de los huevos asignados bajo las miradas tristes de los demás hermanos que habían de esperar su turno de que se les pegaran las paperas o las anginas fuertes.
En nuestro caminar de regreso de Sontogrande con los dos perrillos tras nosotros, yo seguía metido en mis recuerdos de las gallinas, sus productos y la huella que en nuestro comportamiento habia dejado toda aquella forma de vida rodeada de estos animales .
Seguí explicando que como nosotros hemos mejorado en nuestro vivir con muchas comodidades ( agua corriente, cuartos de baño, tele, ordenadores etc etec) tambien la forma de vida de esas gallinas ha cambiado aunque no sé si para mejor o para peor ya que cada vez quedan menos libres en los patios o los campos picoteando donde quieren y retozando entre los humanos dándoles abundantemente sus huevos y su carne.
Estas experiencias del vivir entre gallinas libres, cabió bastante cuando fuí algo mayor ( 14 ó 15 años) y es que mi padre se vió obligado a cerrar la fábrica de curtidos ( tenería) que teniamos en la calle Quirós por la fuerte crisis que nos invadió a todo el pueblo y nos vimos arrastrados a la moda de instalar granjas de gallinas y pollos de engorde en nuestros "soberaos".
Al olor tradicional del pueblo a pan caliente,puchero, potajes de habichuelas, frutas frescas, cagajones de burros y demás..., se sumó el pestazo a mierda de gallinas que salia por las ventanas de las partes altas de nuestras casas.
Cientos y cientos de pollitas crecían en nuestros soberaos para después pasarlas a otros corrales con ponederos y dejaron comer desde su mas tierna infancia aquellos desperdicios, el afrecho caliente, el granillo o el trigo para alimentarse con esos sacos de pienso que vendian Los Castillas y que los hicieron mucho más ricos de lo que ya estaban. Los piensos estaban elaborados con harinas de pescado y los huevos dejaron de tener su color habitual amarillo fuerte y hasta el sabor era distinto al traidicional, pero el pueblo ante aquella crisis vió un respiro y todos llenábamos los motocarros que a diario venian de Algeciras y la Linea para llevarse la producción de huevos y las gallinas para carne cuando quedaban extenuadas de poner.
Nuestro veterinario era Don José Castilla que además vendía los productos y vacunas necesarias para que todo no se fuese al traste. En realidad con los libros e instrucciones de los piensos y los medicamentos nos hicimos casi todos en el pueblo unos verdaderos veterinarios en prácticas y aprendimos a poner vacunas en las telas de las alas, a cortar y quemar picos asi como a poner inyecciones a estos animalitos enjaulados. Habia que mantenerles de noche las luces encendidas para que siguiesen poniendo y controlar que la producción no bajase ya que habian de poner dos huevos diarios cada gallina durante tres meses seguidos pues de lo contrario dejaban de ser rentables.
Fueron desapareciendo nuestras gallinas norigadas, las enanas, las negras, las rubiascas, las moñudas y las papujadas, dejaron su vida normal y tradicional de siempre para convertirse en máquinas de poner huevos para lo que sacrificaron su sueño y sus descansos... en definitiva su vida natural que el Creador les habia asignado como gallinas.
Detrás de la prosperidad en el pueblo, como siempre llegó la crisis y comezó una epidemia de enfermedad que las hacía morir a cientos y cientos todas flaquitas y tristes por lo que mi sensibilidad de joven me hacia sentirme culpable de tener que tirarlas o malvenderlas muertas para que se las comiesen en Algecira donde no sabian de la monstruosidad que se estaba cometiendo en todo el Campo de Gibraltar.
Cuanto aprendimos los de mi generación en el pueblo sobre las gallinas, sus costumbres, su forma de vivir natural y la desgracia en que cayeron por nuestra causa para que todos pudiesemos comer huevos a todas horas y envenenar nuestra sangre con el colesterol que apareció al cabo de los años como uno de los castigos por nuestro mal comportamiento gallináceo. Hemos regresado del paseo y los que me han acompañado, que son amantes de los animales, han comprendido la historia de estos animalitos llamados gallinas y que jamás volverán a probar el "afrecho calentito" servido en un "cucharro" de corcho ó madera junto a la choza o al cortijo andaluz ni tampoco volverán a nacer esos pollitos con el calor de sus pacientes madres y la ayuda de las nuestras para que saliesen adelante como fuese.
Dedicado a todos mis amigos de JIMENA y muy particularmente a Isidoro Herrera, Juan Parra, Antonio Jimenez Plata, Paco Conde, Raul Cárdenas, Aurelio Collado,Juan M. Contreras, Paco Vera,Juan Mª Moreno vega,Paco Gutiérrez, Victoria, Pepe y La Escritora 10, porque sus sensibilidades les harán comprender que la vida sigue..... pero no igual que cuando jugábamos a aquellos juegos de nuestra infancia y que a pesar de todo entendíamos y percibíamos lo que era la vida a nuestro alrededor.
Un abrazo
Currini
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