Bonitas imágenes que nos ayudan a pensar en los distintos apartados que la Naturaleza nos ofrece para su propia conservación. Ayudemos a que todo esto no desaparezca y aportemos nuestro granito de arena para éllo.
Saludos. CAMINETE DE LUNA
Las tablas de Daimiel son la metáfora de la salud de los humedales del mundo. Superados años agonizantes en los que sólo diez de sus 1.600 hectáreas estaban encharcadas, hoy se puede contemplar un horizonte inundado. Su ejemplo ilustra el desgaste casi mortal que sufren los considerados riñones del Planeta, pero también es modelo de cómo pueden resurgir con un esplendor que evidencia la necesidad de cuidarlos.
Con el agua como sustento, un abanico de hábitats comparte la rareza de conformar ecosistemas híbridos entre lo acuático y lo terrestre. Estas superficies tienen la particularidad de que de manera regular se inundan por mucho tiempo, o por un periodo breve pero con la suficiente insistencia como para saturar el suelo y desproveerlo de oxígeno. Conforman un espacio donde el nivel freático -el subsuelo que acumula el agua subterránea- es muy superficial lo que altera las propiedades geológicas y procura una rara, particular y en ocasiones única naturaleza.
Hasta que en 1971 la comunidad internacional no tomó conciencia y evidenció en la Convención de Ramsar la necesidad de proteger el uso de los humedales, las tierras que periódicamente desaparecían debajo del agua eran marginadas. Hasta tal punto se equivocó su importancia que durante siglos se hicieron esfuerzos por recuperarlas con el propósito de mejorar las condiciones sanitarias enrarecidas por la humedad, la mejor excusa para que hectáreas deshidratadas pasaran a formar parte de campos agrícolas o zonas urbanizables.
Un ave en migración busca en su periplo el humedal que siempre encontró en el camino, en el que bebió y anidó, tal vez en un taraje, el árbol único que crece en Daimiel. Los humedales proporcionan recursos naturales a su entorno cercano y forman parte del equilibrio de largas distancias. Sus ecosistemas permiten procesos hidrológicos y ecológicos, y sustentan una gran diversidad biológica.
Ecosistema único y hábitat para muchos seres vivos, los humedales también actúan como filtradores naturales. Sus plantas hidrófitas almacenan y liberan agua para cumplir una función vital de recarga de acuíferos. Esta facultad de descender hasta las capas subterráneas mitiga las inundaciones. Además, su facultad de retener, transformar y eliminar sedimentos, nutrientes y contaminantes juega un papel fundamental en los ciclos de la materia y en la calidad de las aguas.
El Infante don Juan Manuel, referencia de la literatura del siglo catorce, dedicó páginas a loar la grandeza de las Tablas de Daimiel. Felipe II probó sus bondades cinegéticas. Los terratenientes del XIX las señalaban como destino favorito para la pesca. Y la agricultura se sirvió de su riqueza acuática para sembrar los campos. Hasta que se abusó. Y los abusos, unidos con el cambio climático, hacen peligrar una joya, un riñón del Planeta, un humedal. Este, y todos los que se distribuyen el mundo, son hoy espacios frágiles que resisten su destino a desparecer y se aferran a las oportunidades de mantenerse y cumplir sus múltiples cometidos.
Las tablas de Daimiel son la metáfora de la salud de los humedales del mundo. Superados años agonizantes en los que sólo diez de sus 1.600 hectáreas estaban encharcadas, hoy se puede contemplar un horizonte inundado. Su ejemplo ilustra el desgaste casi mortal que sufren los considerados riñones del Planeta, pero también es modelo de cómo pueden resurgir con un esplendor que evidencia la necesidad de cuidarlos.
Con el agua como sustento, un abanico de hábitats comparte la rareza de conformar ecosistemas híbridos entre lo acuático y lo terrestre. Estas superficies tienen la particularidad de que de manera regular se inundan por mucho tiempo, o por un periodo breve pero con la suficiente insistencia como para saturar el suelo y desproveerlo de oxígeno. Conforman un espacio donde el nivel freático -el subsuelo que acumula el agua subterránea- es muy superficial lo que altera las propiedades geológicas y procura una rara, particular y en ocasiones única naturaleza.
Hasta que en 1971 la comunidad internacional no tomó conciencia y evidenció en la Convención de Ramsar la necesidad de proteger el uso de los humedales, las tierras que periódicamente desaparecían debajo del agua eran marginadas. Hasta tal punto se equivocó su importancia que durante siglos se hicieron esfuerzos por recuperarlas con el propósito de mejorar las condiciones sanitarias enrarecidas por la humedad, la mejor excusa para que hectáreas deshidratadas pasaran a formar parte de campos agrícolas o zonas urbanizables.
Un ave en migración busca en su periplo el humedal que siempre encontró en el camino, en el que bebió y anidó, tal vez en un taraje, el árbol único que crece en Daimiel. Los humedales proporcionan recursos naturales a su entorno cercano y forman parte del equilibrio de largas distancias. Sus ecosistemas permiten procesos hidrológicos y ecológicos, y sustentan una gran diversidad biológica.
Ecosistema único y hábitat para muchos seres vivos, los humedales también actúan como filtradores naturales. Sus plantas hidrófitas almacenan y liberan agua para cumplir una función vital de recarga de acuíferos. Esta facultad de descender hasta las capas subterráneas mitiga las inundaciones. Además, su facultad de retener, transformar y eliminar sedimentos, nutrientes y contaminantes juega un papel fundamental en los ciclos de la materia y en la calidad de las aguas.
El Infante don Juan Manuel, referencia de la literatura del siglo catorce, dedicó páginas a loar la grandeza de las Tablas de Daimiel. Felipe II probó sus bondades cinegéticas. Los terratenientes del XIX las señalaban como destino favorito para la pesca. Y la agricultura se sirvió de su riqueza acuática para sembrar los campos. Hasta que se abusó. Y los abusos, unidos con el cambio climático, hacen peligrar una joya, un riñón del Planeta, un humedal. Este, y todos los que se distribuyen el mundo, son hoy espacios frágiles que resisten su destino a desparecer y se aferran a las oportunidades de mantenerse y cumplir sus múltiples cometidos.
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