Amaneciendo en Jimena.
Sobre las torres...Luna lunera.
En estos días de setas, me escapé un par de jornadas a Jimena. Tenía que gestionar algunas cosillas y aproveché para llenarme de sus paisajes. Me gusta todo de ella (hasta sus andares).
Casares
Tengo la suerte de tener un fantástico guía que conoce, y quiere, todos los rincones de estos montes (el amigo Contreras). Y como sabe que a mi me gusta me propone, siempre que voy, recorrer alguna verea que nos adentre en el monte. Seguro que algo encontraremos.
Quedamos en el camping. En la espera, me entretuve mirando a lo lejos. El día, frío y claro, permitía vislumbrar el blanco caserío de Casares. También miré a mis pies.
En coche, nos desplazamos en dirección al Puerto de Las Asomadillas. Paramos a la altura de La Potrica. La intención es bajar hasta el río y subir por la otra vertiente hasta un collado.
El camino pasa cerca de unas antiguas chozas
Esta es la chantarelas o rebozuelo, muy apreciada por estos pagos.
Cantharellus pallen
No falta el indispensable horno
Geastrum triplex ( ): Estrella de tierra carnosa ?
El amigo Contreras sorteó con gran habilidad el cauce del río,saltando de piedra en piedra. En su bolsa ya lleva recolectados varios ejemplares de setas comestibles.
Yo me "arremangué" y, sin ningún pudor, me lancé al agua para vadearlo (botas incluidas).
En la orilla encontré restos de una náyade o almeja de agua dulce.
Nos adentramos en un espeso bosque. Medio tapadas por la abundante hojarasca, gran variedad de setas.
Contreras las bautiza como "chivatas". Indican que cerca hay chantarelas.
Sombrero en forma de embudo
Llegamos a la cima del collado. Entramos en una explanada sobre la que se sitúa una gran era perfectamente empedrada. Nos preguntamos qué haría allí en pleno bosque.
Suponemos que la vegetación, con el tiempo, ha cubierto alguna roza que, tiempos ha, fue cultivada.
Detalles del empedrado.
Encontramos esta solitaria Centaurea pullata L. subsp. pullata en el empedrado de la era.
Ruinas del chozo
El horno
Desde aquí emprendimos el camino de vuelta.
Muchas "chivatas" en el camino.
Aligeramos el paso en el descenso, por temor a que la noche nos cogiera en pleno bosque.
¡Lo que faltaba! Un pequeño duende nos acechaba en el camino. En la penumbra destacaba su blanca y expresiva cara. Curiosa seta.
Un alivio, llegar al río antes que anocheciera.
Desde aquí, subimos hasta la carretera con bastante rapidez.
Al final, la guinda: Un bonito atardecer
¡Nos vemos!
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