Refugio estival entre montañas y lagos glaciares
Aunque los bajos impuestos hacen de Andorra el paraíso de las compras, el Principado no es sólo «shopping» ni esquí. Senderismo por sus cumbres, los caminos del contrabando, bodegas en altura o curiosos museos son los encantos que salen a relucir en verano
En la maleta no hay ni rastro de la bufanda, ni de los esquís de fondo y ni siquiera de la tarjeta de crédito. Con estas pistas, pocos se atreverían a decir que nuestro destino es el Principado de Andorra. No es de extrañar, pues en verano el país de los Pirineos hace añicos todos los tópicos: su encanto va más allá de las famosas estaciones de montaña y de los chollos de sus tiendas con bajos impuestos. Ahora, el blanco impoluto de la nieve brilla por su ausencia para dejar paso al penetrante color negro de la pizarra de los tejados y la intensidad del verde de los bosques.
No hay mejor fórmula para explorar un destino que recorrerlo a pie, y en Andorra este axioma no es una sugerencia, sino un deber, pues presume de una red de caminos y rutas de senderismo que permiten al viajero colarse en todas sus parroquias sin demasiada dificultad y, con un poco más de pericia, ascender, incluso, hasta las grandes cimas.
En la travesía urbana no debe faltar la visita a Ordino, cuya estampa resulta de cuento, gracias a sus calles empedradas y a sus casas vestidas de flores; ni tampoco al pueblo de Pal, pues ambos representan el alma rural del Principado. Sin embargo, vayamos donde vayamos, la sorpresa está asegurada, ya que el país está salpicado de iglesias románicas únicas, como la de Santa Eulàlia, que presume de tener el campanario de estilo románico lombardo más alto de Andorra con 23 metros, o la iglesia de Santa Coloma, con el único campanario redondo de estilo lombardo.
Calzados con unas botas de montaña y equipados con una cantimplora y un bocadillo a base de embutido andorrano, merece la pena llegar hasta Escaldes-Engordany y adentrarse en el valle glacial del Madriu-Perafita-Claror, que en 2004 fue declarado Patrimonio de la Humanidad en la categoría de paisaje cultural. El itinerario de Fontverd, una ruta ecoturística llena de refugios, prados, canales y bosques de una belleza única, nos hace entender por qué. En medio de la espesura en la que no resulta complicado escuchar el canto del pico picapinos o ver plantas de frambuesas y fresas silvestres, nos damos de bruces con las bordas, construcciones de piedra seca típicas del Pirineo que antaño servían de refugio a pastores y ganado y que ahora se convierten en la excusa perfecta para hacer un alto en el camino –y comer ese bocata de longaniza–. Los más aventureros pueden, incluso, pasar la noche en alguno de los refugios habilitados en lo alto de la montaña. Escuchar el absoluto silencio y amanecer al son de la naturaleza, no tiene precio.
Un poco más al norte, en Encamp, la ruta del circo de Pessons es una de las obligadas para los que están más en forma, pues se trata de la zona de lagos más emblemática de Andorra. El posible cansancio del ascenso se olvida al contemplar, atónitos, la sucesión de lagos glaciares de aguas cristalinas que parecen escudarse entre montañas del mundanal ruido.
Rutas legendarias
Además de naturaleza, también existen rutas con un toque histórico. Basta preguntar a algún lugareño para que nos muestre por dónde trascurren los caminos del contrabando, una práctica que, según nos cuentan, aún sigue muy viva. Precisamente en la artimaña del contrabando, el tabaco ha sido, y es, el producto más cotizado. No en vano, Andorra fue uno de los principales fabricantes tabaqueros de principios del siglo XX, tal y como desgrana el Museo del Tabaco, alojado en la antigua fábrica de cigarros Reig, en Sant Julià de Lòria. Aunque el esplendor de la época tabaquera está muy desdibujado, el paisaje sigue marcado por los campos en los que se siembra esta planta con mimo.
Sin perder las huellas de ese pasado, lo último en el Principado es el cultivo de la vid. Aunque suene arriesgado y aún pocos se atreven, el resultado es espectacular. Una excursión a la Borda Bodega Sabaté, encaramada en lo alto del sola de la Muxella, y la cata del caldo ecológico Escol son la prueba empírica de que los vinos de altura, «los de aventura», como los califica su creador Joan Albert Farré, son algo único. Tan único como Andorra, un destino que, como los mejores perfumes, atesora una gran esencia en poco espacio.
>> Cómo llegar. Lo más cómodo es el AVE hasta Lleida-Pirineos y allí alquilar un coche para recorrer el país.
>> Dónde comer. El Molí dels fanals (00376 835 380), en Sispony, es una antigua borda con mucho encanto y deliciosa cocina tradicional.
>> Destino accesible. En www.pelig.es se recomiendan rutas para personas con movilidad reducida.
>> Más información. En la web www.andorra.ad/es
ARTÍCULO DE LA RAZÓN
No hay mejor fórmula para explorar un destino que recorrerlo a pie, y en Andorra este axioma no es una sugerencia, sino un deber, pues presume de una red de caminos y rutas de senderismo que permiten al viajero colarse en todas sus parroquias sin demasiada dificultad y, con un poco más de pericia, ascender, incluso, hasta las grandes cimas.
En la travesía urbana no debe faltar la visita a Ordino, cuya estampa resulta de cuento, gracias a sus calles empedradas y a sus casas vestidas de flores; ni tampoco al pueblo de Pal, pues ambos representan el alma rural del Principado. Sin embargo, vayamos donde vayamos, la sorpresa está asegurada, ya que el país está salpicado de iglesias románicas únicas, como la de Santa Eulàlia, que presume de tener el campanario de estilo románico lombardo más alto de Andorra con 23 metros, o la iglesia de Santa Coloma, con el único campanario redondo de estilo lombardo.
Calzados con unas botas de montaña y equipados con una cantimplora y un bocadillo a base de embutido andorrano, merece la pena llegar hasta Escaldes-Engordany y adentrarse en el valle glacial del Madriu-Perafita-Claror, que en 2004 fue declarado Patrimonio de la Humanidad en la categoría de paisaje cultural. El itinerario de Fontverd, una ruta ecoturística llena de refugios, prados, canales y bosques de una belleza única, nos hace entender por qué. En medio de la espesura en la que no resulta complicado escuchar el canto del pico picapinos o ver plantas de frambuesas y fresas silvestres, nos damos de bruces con las bordas, construcciones de piedra seca típicas del Pirineo que antaño servían de refugio a pastores y ganado y que ahora se convierten en la excusa perfecta para hacer un alto en el camino –y comer ese bocata de longaniza–. Los más aventureros pueden, incluso, pasar la noche en alguno de los refugios habilitados en lo alto de la montaña. Escuchar el absoluto silencio y amanecer al son de la naturaleza, no tiene precio.
Un poco más al norte, en Encamp, la ruta del circo de Pessons es una de las obligadas para los que están más en forma, pues se trata de la zona de lagos más emblemática de Andorra. El posible cansancio del ascenso se olvida al contemplar, atónitos, la sucesión de lagos glaciares de aguas cristalinas que parecen escudarse entre montañas del mundanal ruido.
Rutas legendarias
Además de naturaleza, también existen rutas con un toque histórico. Basta preguntar a algún lugareño para que nos muestre por dónde trascurren los caminos del contrabando, una práctica que, según nos cuentan, aún sigue muy viva. Precisamente en la artimaña del contrabando, el tabaco ha sido, y es, el producto más cotizado. No en vano, Andorra fue uno de los principales fabricantes tabaqueros de principios del siglo XX, tal y como desgrana el Museo del Tabaco, alojado en la antigua fábrica de cigarros Reig, en Sant Julià de Lòria. Aunque el esplendor de la época tabaquera está muy desdibujado, el paisaje sigue marcado por los campos en los que se siembra esta planta con mimo.
Sin perder las huellas de ese pasado, lo último en el Principado es el cultivo de la vid. Aunque suene arriesgado y aún pocos se atreven, el resultado es espectacular. Una excursión a la Borda Bodega Sabaté, encaramada en lo alto del sola de la Muxella, y la cata del caldo ecológico Escol son la prueba empírica de que los vinos de altura, «los de aventura», como los califica su creador Joan Albert Farré, son algo único. Tan único como Andorra, un destino que, como los mejores perfumes, atesora una gran esencia en poco espacio.
>> Cómo llegar. Lo más cómodo es el AVE hasta Lleida-Pirineos y allí alquilar un coche para recorrer el país.
>> Dónde comer. El Molí dels fanals (00376 835 380), en Sispony, es una antigua borda con mucho encanto y deliciosa cocina tradicional.
>> Destino accesible. En www.pelig.es se recomiendan rutas para personas con movilidad reducida.
>> Más información. En la web www.andorra.ad/es
ARTÍCULO DE LA RAZÓN
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