FOTO: JOSÉ M.SARRIAS |
Dos décadas de protección para Los Alcornocales
Calificada como la última selva mediterránea, el parque natural con mayor extensión de la comarca nacía el mismo año que este diario. 1989 también estuvo marcado por los estudios sobre la calidad del aire y el agua en la comarca
| Actualizado 02.02.2009 - 19:19
En 1989 los términos cambio climático y desarrollo sostenible eran dos grandes desconocidos para el gran público. Hace 20 años, la principal preocupación ambiental a escala mundial pasaba por la conservación de la capa de ozono. Reciclar los residuos era poco más que una utopía y las energías alternativas, poco más que un experimento.
El Campo de Gibraltar, por su parte, sumaba los problemas de contaminación derivados de la presencia industrial fomentada en las décadas de los sesenta y setenta aunque atesoraba joyas ambientales que hoy lucen bajo el paraguas que les concede la protección.
En junio de 1989, la Junta de Andalucía declaró como protegidas más de 60.000 hectáreas de la comarca. Acababa de nacer el Parque Natural de Los Alcornocales, aglutinando fincas de Los Barrios, Tarifa, Algeciras, Castellar y Jimena. Los Alcornocales, considerado como la última selva mediterránea, venía a sumarse a los parajes naturales de las marismas del río Palmones (58 hectáreas) y Los Lances (Tarifa).
Hoy, gran parte de la comarca goza de especial protección ambiental, especialmente tras la declaración de los parques naturales del Estrecho y Los Alcornocales como parte de la Reserva Intercontinental del Estrecho.
En cualquier caso, las páginas de Europa Sur en 1989 estuvieron marcadas por la redacción de varios informes sobre la calidad del medio ambiente en el Campo de Gibraltar. Análisis de las aguas, principalmente, cuyos resultados llegaron a resultar contradictorios. El Instituto Nacional de Toxicología determinó que las aguas de la Bahía de Algeciras superaban con creces los límites máximos –hoy mucho más restrictivos– de concentración de plomo, cromo y manganeso, así como de petróleo y derivados. A mediados de año, la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla contradecía dichos análisis asegurando que la presencia de estos elementos en el entorno eran normales.
La preocupación por la calidad del aire y el agua derivó, años después, en las posibles consecuencias sobre la salud de la población. La Junta de Andalucía ha realizado hasta el momento seis estudios epidemiológicos sin que sus conclusiones puedan establecer una relación causa-efecto entre la contaminación y la mortalidad. Alergias, exposición a metales pesados o agentes químicos como el benceno han sido analizados en los últimos años por parte de la Junta de Andalucía a través de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP).
El Campo de Gibraltar, por su parte, sumaba los problemas de contaminación derivados de la presencia industrial fomentada en las décadas de los sesenta y setenta aunque atesoraba joyas ambientales que hoy lucen bajo el paraguas que les concede la protección.
En junio de 1989, la Junta de Andalucía declaró como protegidas más de 60.000 hectáreas de la comarca. Acababa de nacer el Parque Natural de Los Alcornocales, aglutinando fincas de Los Barrios, Tarifa, Algeciras, Castellar y Jimena. Los Alcornocales, considerado como la última selva mediterránea, venía a sumarse a los parajes naturales de las marismas del río Palmones (58 hectáreas) y Los Lances (Tarifa).
Hoy, gran parte de la comarca goza de especial protección ambiental, especialmente tras la declaración de los parques naturales del Estrecho y Los Alcornocales como parte de la Reserva Intercontinental del Estrecho.
En cualquier caso, las páginas de Europa Sur en 1989 estuvieron marcadas por la redacción de varios informes sobre la calidad del medio ambiente en el Campo de Gibraltar. Análisis de las aguas, principalmente, cuyos resultados llegaron a resultar contradictorios. El Instituto Nacional de Toxicología determinó que las aguas de la Bahía de Algeciras superaban con creces los límites máximos –hoy mucho más restrictivos– de concentración de plomo, cromo y manganeso, así como de petróleo y derivados. A mediados de año, la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla contradecía dichos análisis asegurando que la presencia de estos elementos en el entorno eran normales.
La preocupación por la calidad del aire y el agua derivó, años después, en las posibles consecuencias sobre la salud de la población. La Junta de Andalucía ha realizado hasta el momento seis estudios epidemiológicos sin que sus conclusiones puedan establecer una relación causa-efecto entre la contaminación y la mortalidad. Alergias, exposición a metales pesados o agentes químicos como el benceno han sido analizados en los últimos años por parte de la Junta de Andalucía a través de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP).
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