La ruta se inicia, más o menos, a mitad del trayecto de la antigua carretera Facinas-Los Barrios. Esta vez nos hemos incorporado desde la autovía de Jerez (salida 77). Carteles informan sobre las rutas (Risco Blanco y Arroyo del Tiradero). Tenemos que recorrer en coche unos 8 km. de pista forestal (en esto se ha convertido la antigua carretera). Desde luego, que sería ideal hacer el recorrido en bici y combinarla con senderismo.
Me llamó la atención en la antigua vía, un pequeño estanque protegido y unos carteles que hacían referencia a la protección de varios anfibios.
En poco tiempo llegamos a la cancela donde se inicia la ruta. Unos carteles nos dan la información de la misma.
Estamos en un sendero de acceso restringido, de especial protección, por lo que para realizarlo hay que pedir permiso con antelación a la oficina del Parque. Son unos 6 km de caminata.
Nos esperan valles encajonados, estrechos y profundos (canutos), cubiertos con bosques de galería de tipo laurisilva, bosques de quejigos y restos de antiguas construcciones y de asentamientos humanos.
Digitalis purpurea o dedalera
La primera parte de la ruta discurre por una pista de tierra. La belleza del lugar sorprende desde el primer momento. Las lluvias caídas le dan un toque especial. Ascendemos por la vertiente sur de la Sierra del Niño.
Estas laderas dan cobijo a uno de los quejigales mejor conservado de la Península-. El roble andaluz, encuentra aquí un lugar privilegiado para su desarrollo.
Superada la primera pendiente, podremos observar la Sierra de Ojén, en la que destaca el Cerro del Águila, y la enorme laja del Risco Blanco.
El Risco Blanco
El camino vuelve a descender hasta un puente sobre el Arroyo del Cabrillo, el cual nace cerca de la Cruz de Romero, en plena Sierra del Niño, desembocando más abajo en el arroyo de El Tiradero y que recorre el canuto del Risco Blanco. Los postes indicadores nos invitan a dirigirnos a la izquierda .
Esto parece una auténtica selva amazónica
helecho macho peludo Polystichum setiferum
Un panel nos informa de la riqueza que tiene la flora en este maravilloso lugar. Me llamaron la atención unos enormes helechos que portaban una especie de penachos: el pijaro o helecho peludo. Se trata de la joya del canuto, de su especie más escasa, rara y por tanto protegida. Sólo crecen en ambientes con un alto grado de humedad. Pueden alcanzar hasta los 120 cm o más de altura. Son característicos los «pelos» que pueblan el tronco o pedúnculo.
encontré también esta planta de hojas parecidas a las ortigas.
El arroyo pone la música
Hace veinte millones de años, a finales de la Era Terciaria, cambian en toda Europa las favorables condiciones subtropicales de abundantes lluvias y moderadas temperaturas. Pero estos parajes que visitamos, se resisten al cambio climático y permiten un tipo de vegetación conocida como laurisilva. Los vientos de poniente o levante, arrastran nubes que se derraman en brumas o en lluvia en estas sierras.
Los rododendros, el color
Aquí, los árboles, aparecen cubiertos de hiedra. Son muy altos y de sus ramas penden la enredaderas.
Aprovechamos un pequeño ensanche en el camino para reponer fuerzas y recrearnos con el paraje. Nos fotografiamos para el recuerdo. Hace bastante fresquito.
Seguimos por el sendero hasta que la señalización nos invita a cruzar el arroyo. Ascendemos. Yo, como siempre, me voy quedando atrás. La cámara no deja de funcionar. Me fastidia un poco ir con un ritmo ligero. Me gusta empaparme del entorno y disfrutar con todos los sentidos, necesito más pausa. En fin, hago la goma, como los ciclistas (me quedo atrás..., acelero y me uno al grupo..., me vuelvo a quedar...). Ahora caminamos por la vertiente opuesta, tomando ya el camino de vuelta.
Esta parte es más abierta y más soleada. Aquí abundan los alcornoques.
Ornithogal um unifolium
Árnica Pulicaria odora
La vereda atraviesa un bosquete de enormes helechos. Desciende hasta la pista de tierra con la que iniciamos la ruta. Nos encontramos otra vez con el puente, lo cruzamos. Subimos una cuesta y otro poste nos indica que debemos coger hacia la izquierda.
En nuestra ruta hemos encontrado un horno de pan y los restos de una choza.
Otra vez volvemos a la umbría y a la humedad alta ( condiciones ideales para el quejigo). Aparecen cubiertos de epifitas, que no necesitan suelo para crecer (helechos, ombligo de Venus,...). Trepadoras de gran porte escalan sobre los viejos troncos.
Las podas de los antiguos carboneros le han dado esta forma de gigantesco candelabro.
La forma que tienen los árboles hablan de una actividad del pasado: el carboneo. El carbón ha sido la principal fuente de energía utilizada por nuestros antepasados. De estos bosques salía el producto.Los carboneros vivían prácticamente en el monte. Construían unas chozas llamadas, por estos lares, moriscos.
.Boliche: La leña era amontonada de manera que permitiera la circulación del aire; después,era cubierta con matorral verde y tierra, pero asegurando la salida de gases producidos en la combustión de horas o días, hasta conseguir carbonizar la madera.
Babosa aficionada a la micología
. En poco tiempo llegamos al punto de partida. Hemos estado caminando unas 3 horas y media.
Como nos supo a poco, decidimos realizar la otra ruta, la que nos llevaría al Arroyo de San Carlos del Tiradero. (Las fotos y los detalles los pondré en otra entrada al blog).
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