El viernes pasado me «largué» a Jimena. Estaba programada, para el día 18, una salida con Caminete de Luna. La cosa estaba mal porque todos los telediarios daban por seguro que llovería. Mi única esperanza era que fallaran el diagnóstico. Pero nada. Erre que erre siempre aparecía, la dichosa nubecita (con su rayito y todo), sobre Los Alcornocales.
Llegué ya anochecido. No paré de mirar al cielo. Las nubes, de manera implacable, lo iban cubriendo poco a poco. La Luna, que aparecía fugazmente entre ellas, mostraba un halo de luz ( seguro de lluvia).
Lo único que se mostraba con claridad, era la estrella sobre la torre del castillo.
Pero yo actué como si no ocurriera nada (preparé el condumio, embadurné las botas con grasa impermeabilizante, saqué el capote y cargué la batería de la cámara).
Llamé al Niño de las Torres. Quedamos a las nueve en el camping. Me acosté y puse la radio. Lo hago porque me duermo rápido. La apagué a las 8 de la mañana (cuando sonó la alarma del móvil).
Nada más levantarme, me asomé a la terraza. La lluvia ya no era una amenaza, era una realidad. Fui por la cámara. Buen amanecer, a pesar de todo. El paisaje jimenato es una postal, que cambia constantemente. Para mí siempre es bonito.
Al fondo, los montes de Gaucín
Por este valle, corre el río Hozgarganta.
Cogí el coche y me planté en el camping. Allí no había nadie. La salida se había suspendido.
Por la Cruz Blanca apareció el amigo Contreras. Nos planteamos qué hacer. Pero como se unió el hambre con las ganas de comer, no tardamos en decidir que, ese día, nosotros, disfrutaríamos de una marcha campera, aunque fuera bajo la lluvia ( el pellejo no se cala, según Contreras).
Y mereció la pena, por supuesto.Qué estampas más bonitas, con esas nubes blancas haciendo aparecer y desaparecer, como por arte de magia, los cerros, las lajas, el castillo...
De esta guisa partimos
Nos desviamos del camino, que lleva directamente al río, a la derecha, buscando un antigua calzada que comunicaba con los molinos y que en parte, por la acción del tiempo, del agua y del abandono, ha desaparecido. Aunque quedan algunos tramos en buen estado. Es una pena que se pierdan estos vestigios de otros tiempos.
Aprovechando pequeñas treguas que nos daba la lluvia, podemos sacar algunas fotos.
Y llegamos a las ruinas de un molino. ¡Qué pena que se hayan dejado perder! Ya sólo quedan cuatro paredes y varias piedras( las de moler) fuera de sitio.
Ruinas del molino
A partir de aquí, encontramos un tramo de calzada en buen estado.
Ya estábamos cercanos al río. Teníamos un poco de temor porque empezó a llover con fuerza y eso, en estos lugares significa que, en poco tiempo, el cauce crece rápidamente. Y claro, si cruzábamos, nos podíamos quedar aislados a la vuelta. Pero seguimos adelante.
Cauce del Hozgarganta. A mis espaldas, el río corría ya con fuerzas.
En la otra orilla se encuentra la Huerta de Esquivel. Me llamó la atención un gigantesco algarrobo. Saludamos a un vecino. Empezó a llover con fuerzas. Así que, aligeramos el paso cerro arriba, sin saber hasta dónde podíamos llegar (si el agua nos dejaba).
El amigo Contreras, por su deseo de sacar fotos, tuvo problemas con la cámara (se mojó). La próxima vez que nos ocurra algo similar, traeremos cámaras acuáticas para poder matar el gusanillo.
De unas ruinas llegamos a otras. En este caso una casa. Quedaban una bonita era y el horno para el pan.
La era .
Tuve la suerte de ver la faena que se realizaba en una de ellas (aquí un recuerdo a mi tío Fernando Delgado Bernal, uno de los Moranes de Jimena). Siendo yo un niño, una noche de verano, la pasamos al raso, en una era que pertenecía a mi abuelo Francisco Vera, en pleno monte, cerca de San Pablo de Buceite. Teníamos la misión de evitar que los cochinos u otros animales entraran para comer el trigo obtenido, en días anteriores, en la trilla. No veáis lo que disfrutaba cuando tocaba aventar con el biergo.
La vida tuvo que ser aquí muy dura, pero el paisaje maravilloso.
Qué buenas teleras de pan habrán salido de aquí. Hasta me parece, sin hacer mucho esfuerzo, que huelo a pan recién hecho, cuado me acerco a la boca del horno (no me digas que no, Contreras).
Desde la casa, continuamos vereda arriba. El bosque se hace más espeso.La lluvia arreciaba.
Río Hozgarganta
Llegamos a la linde de la finca La Laguna. Aquí no sólo llovía con fuerza, sino que empezó a tronar. Decidimos volver lo más rápido posible. Nos quedamos con las ganas de volver por Las Viñas. Otro día será.
Llegamos otra vez a la Huerta Esquivel. El vecino con el que hablamos al inicio de la ruta, nos invitó a coger unas naranjas y mandarinas. En estos momentos diluviaba. Pero no lo dudamos y llenamos unas bolsas con tan rica fruta ( gracias,amigo). No pudimos sacar ni una foto. Y me hubiera gustado hacerlo.
Todas las veredas se habían convertido en arroyos, que vertían con rapidez hacia el río. Así que, sin pensarlo dos veces, lo cruzamos por una pasaderas y enfilamos cuesta arriba en dirección a la Cruz Blanca.Y no perdimos el tiempo,ya que recolectamos algunas lepiotas (de las buenas).
Todo terminó con una tapita en la Bodega de Ana y con un almuerzo en casa de Contreras (Juani, qué bien cocinas), donde dimos buena cuenta de las setas.
Cuando pude salí disparado para Cádiz. En las cercanías de Alcalá de los Gazules me pareció ver el Arca de Noé (c. cómo llovía).
(Esta entrada en el blog quiero dedicársela a los componentes de Caminete de Luna y al amigo Currini, al que espero verlo pronto, recorriendo con nosotros, estos maravillosos campos jimenatos)
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