El movimiento "Slow food" o comida lenta cumple sus bodas de plata y renueva su compromiso con el ritmo vital meditado, la gastronomía identitaria y la agricultura ecológica
Hace veinticinco años la figura de un caracol sirvió al sociólogo Carlo Petrini como metáfora de una idea: abogar por el reencuentro con las tradiciones culinarias y los métodos de cultivo y distribución centenarias. En clara contraposición con la comida rápida y las técnicas globalizadoras, creó el movimiento "Slow food" -comida lenta, en su traducción del inglés-, presente hoy en más de cien países. Tres son las claves que sostienen esta opción alimentaria: educación y formación en los sabores y alimentos cercanos, apoyo a los pequeños productores y desarrollo de la biodiversidad autóctona. El consumidor puede introducir algunas de sus enseñanzas en la vida diaria con una pizca de voluntad.
Hace veinticinco años la figura de un caracol sirvió al sociólogo Carlo Petrini como metáfora de una idea: abogar por el reencuentro con las tradiciones culinarias y los métodos de cultivo y distribución centenarias. En clara contraposición con la comida rápida y las técnicas globalizadoras, creó el movimiento "Slow food" -comida lenta, en su traducción del inglés-, presente hoy en más de cien países. Tres son las claves que sostienen esta opción alimentaria: educación y formación en los sabores y alimentos cercanos, apoyo a los pequeños productores y desarrollo de la biodiversidad autóctona. El consumidor puede introducir algunas de sus enseñanzas en la vida diaria con una pizca de voluntad.
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