No ha empezado mal el nuevo año de senderismo. Hemos realizado una ruta cercana por una paraje muy bonito (Rìo de la Miel, Algeciras).
Desde Jimena he salido acompañado de mi amigo J.Manuel. Nos trasladamos hasta la Barriada del Cobre. Allí sacamos las primeras fotos a los restos del acueducto que traía agua desde los montes cercanos. Un poco más tarde dejamos el coche y nos reunimos con los demás componentes. Hacía un día perfecto, con un poco de fresquito, pero con sol que lo mitigaba. Y comenzamos a caminar hasta llegar a un cruce. Seguimos el camino de la izquierda. Nos llevaría por la vertiente derecha del río. El otro camino lleva directamente al molino del Águila, que sería el punto final del recorrido, en forma de herradura, que hemos iniciado.
Hasta llegar a la cabecera del río el camino se va endureciendo por momentos. Menos mal que es el principio y las fuerzas todavía no se han gastado. Cuestas y más cuestas. El sendero casi se pierde por la acción de las recientes y persistentes lluvias. Nuestros guías trabajaron bien y no hubo problemas.
La dureza queda endulzada con los bellos paisajes que contemplamos. La bahía queda a nuestros pies. Qué pena he sentido al ver los elementos que la destruyen y la contaminan. Espero que lleguen mejores tiempos y se acabe con lo negativo.
Un elemento, que sonaba a música relajante, que nos ha acompañado desde el principio, ha sido el agua. Las fuertes lluvias de los días precedentes han llenado nuestro recorrido de infinidad de pequeños regatos y arroyos de todos los calibres.
La ruta transcurre, en parte, por un camino construido por los prisioneros de la guerra civil. Está empedrado. Todavía quedan algunos quitamiedos que han resistido el tiempo. En un largo tramo la piedra suelta dificulta nuestro caminar. Algunos carteles hacen mención a esta triste historia que recuerda el sufrimiento que padeció mucha gente. Todo formaba parte de una línea defensiva que se extendía por la costa y llegaba incluso a Jimena y S. Pablo. Los más viejos del lugar aún recuerdan estos tristes hechos.
Al final de la subida llegamos a una vieja carretera. Ahora el camino tiende a descender y la dureza desaparece. Una exuberante vegetación nos acompaña. Y llegamos a la cabecera del río, cuyas aguas caen con fuerza. Es una zona sensible por la riqueza vegetal que encierra. Es una lugar a proteger por todos los amantes de la naturaleza.
Al poco tiempo abandonamos la carretera (creo que al llegar a la portada de una finca denominada Las Corzas) y empezamos a descender por una zona de helechos de la anterior temporada, ya secos, que presentaban un característico color rojizo. Aquí paramos para reponer fuerzas, Quedaba todavía un largo descenso por la vertiente izquierda del río hasta nuestra meta en el molino del Águila.
El sendero en parte se pierde y en otras es inundado por multitud de regueros que utilizan el camino como cauce. Pero el paisaje es espléndido. El sonido del río, cuyo eco nos llega desde el fondo de la garganta, nos acompañará hasta el final. En los momentos en que podemos levantar la vista del camino siempre encontramos la visión de la bahía (creo que hay que pararse más para escuchar el sonido del agua y para poder recrearse con el paisaje).
Finalmente llegamos al molino. Unos viejos naranjos aparecen en lo que sería un huerto. Aquí pudimos observar y sentir al río en todo su esplendor. Enormes piedras sobresalen en medio de su cauce. El agua pasa con fuerza bajo un puente de piedra. Se retuerce mil veces. Salta y blanquea con su espuma. Corre en busca del cercano mar...
Hasta la próxima amig@s. Un saludo de Paco Vera.
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