viernes, 15 de enero de 2016

RONDA SIGUE EN EL PUNTO DE MIRA DE CAMINETE DE LUNA PARA HACER RUTAS .




 15/01/16 | Un paseo para descubrir la seductora localidad malagueña y los pueblos blancos de su serranía  
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El Puente Nuevo de Ronda se asoma al vertiginoso corte llamado “Tajo”. Desde este mirador, símbolo de la ciudad, se divisan al fondo las crestas de las sierras de Grazalema y las Nieves y se vislumbran, como huidizos copos de nieve, pueblos blancos dormitando entre laderas rugosas y boscosas. Estamos en la Serranía de Ronda, una comarca enaltecida por leyendas románticas de hermosas majas e indómitos bandoleros de capa larga y penetrante mirada.

Ronda todavía atesora la mística de aquellos tiempos en su Barrio Viejo, con un trazado de herencia morisca y casas blancas con blasones y refrescantes patios. Basta con recorrer la calle Armiñán, eje de esta Ronda pretérita, para comprender la esencia de la ciudad, sus rostros, perfiles y diferencias respecto a otros enclaves de Andalucía. Cercanos a esta vía se pueden visitar el Museo Lara, dedicado a antigüedades, y el del Bandolero, único en el mundo y evocador de aquel fenómeno social.

Dejando atrás el Centro de Interpretación del Vino de Ronda, enseguida aparece la plaza Duquesa de Parcent, que aglutina el Ayuntamiento, la Catedral y la Colegiata de Santa María.
Enlazando plazoletas continuamos hasta el Palacio de Mondragón, hoy Museo Arqueológico de Ronda. Con tres patios, por el de mayor evocación árabe se accede a los jardines, con fuentes cantarinas y una de las vistas más bellas. Precisamente los miradores son un aliciente del paseo por Ronda.

La impronta árabe se vislumbra también en la Torre San Sebastián, minarete de una antigua mezquita, y en la Casa del Rey Moro, reconocible por sus torres y con jardines que orillean hasta el río Guadalevín.

Entre finales del siglo XIX y mediados del XX, Ronda siguió cautivando, entonces a escritores foráneos como Ernest Hemingway y a estrellas de cine como Orson Welles, enamorado de la ciudad. Acudían, sobre todo, atraídos por la Ronda taurina, que sigue palpitando alrededor de su histórico coso. Fue edificado en 1786 por lo que presume de ser el más antiguo de España. Su cita más famosa es la Feria de Pedro Romero (septiembre), cuando se celebran las clásicas Corridas Goyescas. Esos días la ciudad recibe aficionados llegados de todo el mundo y se llena de casetas de música y comida, y de carruajes de caballos que trasladan a personas ataviadas con trajes típicos.

Los viajeros que hoy visitan Ronda también buscan sus alojamientos con encanto, instalados en casas solariegas y palacetes, y la gastronomía que se ofrece en antiguas almonedas y mesones. En ellos sirven vinos elaborados en lagares de la comarca, tapas de chacinas ibéricas, potajes típicos como la calabaza “a la rondeña” y el gazpacho “de la serranía” y, de colofón, una repostería con aromas moriscos.

Con el estómago contento, el viajero podrá recorrer mejor los caminos que llevan a los pueblos blancos de la Serranía de Ronda, la mayoría con el mismo hechizo que tenían cuando pintores ingleses emborronaban sus cuadernos de viaje dibujando sus siluetas.

Fuente: National Geographic 

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