Desde hace bastante tiempo, tenía ganas de dar un paseo por la calzada romana que desde Ubrique se dirige a Benaocaz. Siempre lo había dejado para otra ocasión, y lo cierto era que pasaba el tiempo y no lo hacía.
Esta vez, acompañado de mi amigo Juan Moncayo, iniciamos la ruta en la Fuente de los Nueve Chorros (Ubrique). Se presenta un día bastante soleado y no tan frío como esperábamos.
Salto de la Mora y Fuente de los Nueve Chorros
Nos llevamos una desagradable sorpresa al encontrar una calzada, en un primer tramo, cubierta de escombros y con tránsito de vehículos.
«El deterioro del primer tramo no debe interpretarse como la no existencia de la calzada; de hecho existen evidencias arqueológicas en superficie de la presencia de la misma (se aprecian tramos de reguera, alineaciones de piedras maestras originales, empedrado,...)» Natalia Cabello Izquierdo, arqueóloga.
Salto de la Mora. A ver si de una puñetera vez (perdón) acondicionan el lugar para poder visitar la ciudad romana de Ocuri.
A unos 800 metros comienzan a apreciarse mejor las características históricas de la calzada.
Canalillo de desagüe
La calzada cuenta con un pavimento de piedra caliza local delimitado por sendas cunetas para evacuación de aguas pluviales. Algunos arroyos son salvados por tres alcantarillas o pequeños puentes.
Siempre son necesarias obras de contención de taludes y calzos y, sobre todo canalillos de desagüe de las escorrentías como sucede en la calzada de Ubrique a Benaocaz y Manga de Villaluenga. Hay que añadir zonas de vadeo y alcantarillas para impedir inundaciones. Esta vía está plagada de este tipo de pequeñas obras de ingeniería.
Alcantarilla
Garganta del Arroyo Seco
Detalle de un aliviadero
Esta forma de construir era más bien para las grandes urbes. En la práctica se ha constatado que no siempre se empleaba esta forma de construcción (faltan elementos en algunas y aparecen elementos diferentes en otras, cada época aporta algunos elementos constructivos diferentes, afecta también el tipo de terreno sobre el que se traza, los materiales de acarreo,...).
Los miliarios son uno de los elementos más característicos y singulares de las calzadas romanas. Se trata de columnas cilíndricas de grandes proporciones, en su mayoría con alturas de más de 2 metros, que situados a la izquierda de la calzada servían como información de “punto kilométrico”.
Estas piezas se colocaban a la distancia de una milla romana (mil pies romanos y uns 1.480 metros actuales).
Miliario bético de Adriano
Los ingenieros y topógrafos romanos, ayudados por un curioso instrumento denominado groma (clique), se adaptan al terreno y plantean el trazado más simple y más corto.
Calzada, reguero y aliviadero
La calzada presenta un aspecto constructivo muy homogéneo. Con una anchura media de 2´5 metros, su recorrido está jalonado por puentes o alcantarillas de indudable valor arquitectónico, y por regueras o cunetas y aliviaderos que constituyen los elementos más singulares de la misma.
En cuanto a la técnica constructiva, dos líneas maestras de piedras, canteadas en ambos laterales, constituyen las guías para el posterior empedrado. Las cunetas o regueras están construidas con piedras de menor tamaño y su presencia abrumadora responde al alto nivel de pluviosidad de la zona.
Llegaremos a una bifurcación de la calzada, en los Llanos del Peñón Gordo. El ramal derecho continúa en dirección a la Manga de Villaluenga, pero nosotros deberemos tomar el izquierdo para dirigirnos hacia Benaocaz.
Benaocaz
Molino de Pontón: Un antiguo molino de cubo de Benaocaz
Estas imágenes corresponden a un antiguo molino existente en Benaocaz. Tiene una alberca que recoge aguas de los nacimientos del pueblo; de ella parte un canal que conduce al cubo, de unos 8 metros de altura. Desagua al arroyo Seco que acaba en el río Ubrique.
Ruinas del molino y sus piedras
Un viejo puente, que salva el Arroyo Seco, en las cercanías del molino.
Las últimas cuestas antes de llegar a Benaocaz
Después de un corto refrigerio, nos dirigimos a la parte alta del pueblo con la intención de recorrer las calles del antiguo barrio nazarí.
Tras la configuración de la Sierra de Cádiz como frontera entre los reinos de Castilla y de Granada en el siglo XII, la zona se irá fortificando conforme avanzan las conquistas. Como vanguardia del sistema defensivo musulmán estaban los castillos de Aznalmara (Tavizna) y Cardela (Fátima), quedando Benaocaz en segunda línea de defensa.
La casa fortificada
El asentamiento estaba muy bien protegido a 793 m. de altitud. Rodeado por la Sierra Alta, la del Endrinal y la del Caillo.
Las casas forman calles estrechas y serpenteantes, favoreciendo el factor defensivo. Los gruesos muros, carentes de vanos anchos, servían de defensa. Algunas tenían auténticos torreones.
No se han encontrado restos de muralla que circundara el núcleo urbano, por lo que el entramado de las viviendas y su tipología constructiva debían prestar la protección necesaria.
Perviven muchas viviendas que conservan su identidad islámica, aunque han sufrido sucesivas reformas posteriores, fundamentalmente la apertura de ventanas y puertas y la restructuración de los espacios interiores
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